miércoles, 16 de junio de 2010

Fenómenos paranormales

Sucede de vez en cuando. Hay fenómenos meteorológicos de una periodicidad previsible y también existen los fenómenos paranormales que ocurren de forma esporádica con la incredulidad propia del desconocimiento a falta de una explicación científica. De un tiempo acá se produce un fenómeno propio de lo increíble y predecible como el tiempo y que me llama mucho la atención.


Les pongo en antecedentes: Imagínense en pleno mes de enero a un ciudadano español en cuyo coche, en la parte trasera, lleva entre los peluches que le regaló la novia y la típica pegatina haciendo alusión a la madre del conductor del coche que le antecede, una bufanda con los colores de la bandera española. Automáticamente no es catalogado de hortera por los peluches ni la pegatina sino que queda estigmatizado con el rango de facha. Desde ese momento se le supone altanero, chulesco y si no fuese por los peluches hasta se le podía tildar de pijo. Confluyen por tanto aquí dos peculiaridades; la primera es prejuzgar a un individuo como de derechas por el simple hecho de sentirse patriota y otra es presuponer que por ser de derechas ha de ser mala persona o como mínimo extremista, empalagosamente edulcorado en gomina y maliciosamente feliz a costa del sufrimiento del proletariado. Dicho sea de paso que si etimológicamente el adjetivo facha proviene de fascista el uso despectivo que se hace de este se le puede aplicar a muchas personas independientemente de su ideología política, de hecho, hoy por hoy el mayor facha que conozco es simpatizante socialista.

No les digo nada más si en vez de una bufanda en un coche se tratase de una bandera en un balcón o en cualquier negocio. Ahí ya no eres un simple facha cualquiera. Ahí estas confabulando contra el estado democrático y celebrando reuniones secretas propias de masones cantando el cara al sol con brazo izquierdo en alto (por aquello de mi conocido facha socialista).




Curiosamente y gracias al futbol esta situación cambia para asombro de propios y extraños. Se perfila pues el perfecto guión para un capitulo de Expediente X. De pronto y despojándonos de complejos y prejuicios la bandera española inunda y ondea en los lugares mas insólitos e inhóspitos. Nada queda ya del facha y sin saber por qué el orgullo patrio inunda comercios, calles, coches, ropa interior femenina, el comunista más recalcitrante se siente orgulloso de los colores de su patria y hasta los asesinos de ETA se sienten menos asesinos cuando se enfundan la camiseta de “La Roja”. El orgullo nacional aflora por todas partes y la necesidad de proclamarse español y orgulloso de sentirse español, ciudadano de esta España con sus virtudes y miserias, está por encima de cualquier sentimiento progre donde parece que lo de enarbolar la identidad española con banderas es algo parecido a lo de llevar un burka.

Tan empalagoso resulta el patriotismo norteamericano como triste el anti patriotismo español. Ya saben, en el equilibrio está la virtud. Debería ser tan normal el exhibirlo como el no hacerlo y dejar ya de una vez aparcadas las etiquetas que tanto nos gusta ir colocando a diestro y siniestro. Pasarán los días y por mucho que España gane el mundial este curioso fenómeno irá agonizando. Lástima, porque lo que ha unido el futbol que no lo separe el hombre.

1 comentario:

David Rodríguez Jiménez-Muriel dijo...

Los que bebemos en una taza con los colores patrios, nuestro llavero lleva los colores patrios, tenemos cinturones, polos, cuellos de camisa, corbatas... con los colores patrios y sobre el cabecero de la cama tenemos... Sí, los colores patrios, nos encanta que por el fútbol, haya menos complejos.

Porque en el fondo, esto es un tema de complejos. El día que la españolidad de un español no sea tabú, ese será el que deje encerrada mi exhibición y mi humilde tributo a mi nación, a mi Patria.

Y no, el patriotismo americano, a mí no me parece empalagoso... Me produce envidia.

P.D. Doce menos diez y esperando la visita... Ya andaríamos nosotros, a estas horas, por la cuarta cofradía... Acuérdate lo que te digo. No vuelvo a confiar en nadie que no sea... en fin...