miércoles, 6 de octubre de 2010

Hablar en andaluz (I)




Ocurre muy a menudo, en el ámbito de mi vida laboral, así como en el de mis relaciones sociales que ciertas personas nacidas, criadas y establecidas plenamente en la sociedad que configura el hecho político de nuestra Andalucía, que cuando hablan por teléfono con interlocutores de otras comunidades autónomas, transforman nuestro “hablar andaluz” – lo llamaré así de momento- en un forzado y cuasi perfecto castellano. No me sustraigo a la necesidad obvia de vocalizar para el mejor entendimiento de quien nos escucha y en ese sentido me incluyo como persona que modula en cierto modo su hablar natural andaluz. Pero de ahí a perder cualquier rastro de nuestra forma de expresarnos, cuando la ocasión se presenta, dista mucho. Me muevo incluso en la tesitura de si incluso vocalizar mejor implica un no reconocimiento de esta. El caso aquí planteado quizás resulte anecdótico comparado con la actividad diaria de los andaluces que de una forma u otra, al hablar ante un grupo en mayor o menor medida amplio y desconocido de personas, aún siendo estos también andaluces, procedemos a la transformación de la pronunciación que tenemos por costumbre en entornos mas familiares o laborales. No es el único caso como posteriormente desarrollaré pero antes hay que identificar algunos conceptos a fin de comprender mejor toda esta cuestión.




He indagado y leído las opiniones de algunos reputados lingüistas como es el caso de Manuel Alvar o de José Mondéjar. Igualmente he estudiado las opiniones y hechos que conforman un conjunto de pareceres tanto a favor como en contra de la debida protección o por el contrario de la necesidad de cambiar nuestras costumbres lingüísticas.
La primera cuestión que se plantea es la necesidad de saber si estamos ante el hecho de considerar a las distintas formas de hablar de los andaluces como un dialecto o como los que preconizan que el hablar andaluz es un castellano mal hablado o dicho de otra forma en una modalidad regional de español. La controversia que suscita esta cuestión entre los dialectólogos es un acicate mas para intentar situar al hablar andaluz en el rango y denominación correctos. Me adhiero a la tesis de Manuel Alvar de que el hablar andaluz es un dialecto entre otras muchas razones por cuanto dice “dialecto es una diferenciación y ha habido lingüistas que ven la diferencia sólo cuando la lengua originaria ha desaparecido y quedan, únicamente, sus herencias. Otros (entre los que me encuentro) juzgan que no es necesario esperar la muerte de una lengua para que podamos ir viendo sus muchas diferencias” o cuando dice.”Español es el suprasistema abarcador de todas la realizaciones de nuestra lengua. O dicho técnicamente: la lengua abstracta que todos aceptamos, que tiene virtualidad en la lengua literaria escrita y que ninguno habla.” Y la razón que para mi tiene más peso es el argumento dado por Manuel Alvar cuando dice

“….decir que el andaluz no difiere sustancialmente del español es erróneo históricamente y relativo, porque hay que saber qué se quiere decir con sustancialmente. Si sustancialmente quiere decir que las discrepancias del andaluz son pocas fonológicamente y bastantes fonéticamente, tendremos que dar contenido objetivo a poco y bastante. Depende de lo que queramos decir y depende de lo que entendamos por fonética y por fonología. Porque si es poco el funcionamiento fonológico de h y Ø, totalmente distinto del que tiene la jota en castellano, el seseo o el ceceo, el yeísmo y la alteración del sistema de palatales, de desoclusivización de la ch, el reajuste de las dentales, etc., no sé cuál será el valor de mucho. Para mí, pues, el andaluz está suficientemente diferenciado.”





Para los detractores de esta tesis, cuando se pretende argüir que no existe una uniformidad en el hablar andaluz y que por tanto carece del rango de dialecto, el Sr. Alvar rebate este argumento diciendo “…castellano, lengua histórica con respecto al andaluz, pues esa lengua está por encima de la variedad dialectal. Nadie ha negado que dialecto y variedad sean términos válidos; lo que ocurre es que establecemos una jerarquización que parece evidente: el andaluz es un dialecto del castellano y en ese dialecto hay multitud de variedades (sevillanas, cordobesas, almerienses y, también, canarias”


En base a todo lo anteriormente expuesto y considerando que acepto y asumo la corriente que postula en considerar como dialecto el hablar andaluz cabe preguntarse, pues, el por qué adoptamos un lenguaje que no es el autóctono en determinadas circunstancias.

3 comentarios:

David Rodríguez Jiménez-Muriel dijo...

tus tesis son perfectamente válida, no en balde por quién las avala. De hecho ya son plenamente aceptadas y en efecto, la consideración dialectal no tiene discusión alguna. El caso es que el andaluz termina siendo y haciendo sentir vergüenza. ¿Por qué? Espero esa entrada donde desgranemos conceptos como los que durante días nos han ocupado este verano.

Mª Teresa Martín González dijo...

Me ha gustado tu exposición. Personalmente he de comentarte una cosa. Yo no soy andaluza (auque mi madre si lo es, y ha sufrido una que otra burla por su acento), soy del norte de España. Siempre he viajado mucho a Andalucía, en concreto a Motril, y me encantaba escuchar el andaluz.
Ahora resido en Motril desde hace 6 años, y he perdido totalmente la capacidad de darme cuenta del andaluz. Cosa que extraño sobremanera porque me parecía muy atractivo. Sin embargo, cuando viajo por alguna circunstancia al norte, a la vuelta estoy deseando volver a apreciar, aunque sea por breve tiempo, esa forma de hablar que me gusta tanto, y que, aún mínimamente, también se ha ido acoplando a mis palabras.

Un saludo

J. Carlos Medina dijo...

Gracias María Teresa por acercarte a este zaguán y dejar tu comentario. Sigo teniendo pendiente la segunda parte de esta entrada que por motivos laborales se me está haciendo cuesta arriba publicarla. Cuando esto ocurra, si te parece, podremos seguir comentando un poco mas sobre este tema. Lo dicho, gracias.