jueves, 6 de mayo de 2010

Crónica de una muerte anunciada.


Se hace vieja mi vieja. Esta madre que a veces hizo de madrastra, pero madre al fin y al cabo, sufre la implacable e injusta ley que el tiempo aplica de forma inexorable.
Como malos buenos hijos que somos descuidamos nuestras obligaciones para con quien nos alimentó de una forma o de otra desde tiempos inmemorables.
Ahora es ella la que de una forma humilde y callada pide sustento para no caer en la indigencia y lejos de procurarle los mimos que por respeto deberíamos darle a nuestra progenitora ignoramos su llamada y no solo no mostramos el debido respeto sino que hacemos uso del olvido y la dejadez para quien merece algo mas.

El problema se agrava si, mas allá del olvido de unos, el mal uso que de nuestra vega hacen otros, evidencia la mediocridad a la que nos tenemos acostumbrados. Plagada de cuadras con ínfulas de empresas y chabolas con aires de chalets nuevamente demostramos que Motril nunca supo aprovechar los recursos de esta comarca.


Olvidada por las instituciones y desdeñada por quien no puede o no sabe sacarle rendimiento a esta tierra, se acerca irremediablemente a su final.
No intento juzgar a nadie porque el juicio se haría eterno; tan solo publicar un lamento solitario y cantar un réquiem por una muerte anunciada.

Me debato entre pedir una muerte digna o procurarle los mayores cuidados intensivos para combatir inútilmente el paso del tiempo pero quisiera desde aquí rendir el mayor de los respetos a esta vega que un día fue signo de esplendor y progreso y de la que, de una forma u otra, todos le debemos mucho, quizá demasiado.

4 comentarios:

David Rodríguez Jiménez-Muriel dijo...

Un día me dijeron que la culpa del freno turístico de Motril la tuvo la fertilidad de la vega nuestra, a diferencia de lo hostil y enrevesado para el cultivo que era mayoritariamente la vega de Málaga, donde el ladrillo producía más que el cultivo.

Durante décadas, el cultivo de la tierra sustentó la comarca y el ladrillo no era más que una utopía en la N-340 dirección Cádiz.

Hoy, ni una cosa ni la otra. Hoy, más moscas y mosquitos porque no hay vega. Hoy, inundaciones porque la vega no succiona lo que debiera, lógicamente. Hoy, menos aire fresco, puro, subyugante, confundido por el hedor de la planta de reciclaje.

Motril no huele a clavel ni huele a dulce. Ni hay pavesas ni conviene el cultivo subtropical. Ya no somos alacena de Europa (la despensa era Almería) ni crecemos con cabeza. Al contrario, nos empeñaremos incluso en tapar y esconder a "Cabeza".

Hoy, los que nos rigen sí que tienen que quedar señalados. Pero también el motrileño de a pie. El que se deja embaucar, el que se enzarza en peleas peregrinas: si ADMI es conveniente o tiene razón el de Torrenueva, o la cacareada Secretaría Local de la Rambla de Capuchinos va a ser capaz de resucitar el partido y quedarse con la alcaldía, la misma que esquilmaron, ojo...

Hoy, si no fuera porque ahí están mis raíces y mi Madre a la que terminarán ocultando, rompería de puro gusto mi visado y pasaporte de motrileño y mi motrileñismo con él.

A veces, a los pueblos se les condena desde los despachos jerárquicos. Y otras veces, no hace falta... El pueblo en cuestión se sube a la horca y se ajusta el cilicio al cuello, SOLITO.

R.I.P. La vega, Motril y la luz de las ideas (que nunca tuvo por aquí, ni batería ni carga)

Grande la entrada esta, hermano, grande.

Memoria Histórica de Motril dijo...

totalmente de acuerdo

Jesús Ortiz dijo...

El sector primario va en acusado descenso. La agricultura está dando paso al sector servicios, el cual está acaparando un importante porcentaje del escasísimo trabajo que se genera en esta España con angina de pecho que ahora mismo tenemos.

El sector agrícola en Motril está absolutamente descuidado. Y es una auténtica pena, porque somos unos privilegiados que poseemos un subclima único en España, y que no estamos explotando convenientemente. ¿Quién es el culpable? Dejo esa pregunta abierta al debate.
Lo que sí debiese ser motivo de profundo debate es si nuestra ciudad debe realizar un esfuerzo por salvar la actividad del campo, de la vega, o dejar de contar definitivamente con ella en detrimento de la potenciación del turismo, porque, hoy por hoy, ni una cosa ni la otra...

Anónimo dijo...

Que razón tienes , nada es lo que era , yo recuerdo cuando pequeñita venía a veranear a Salobreña y en la recta de Lobres olia a clavel y las cañas eran tan altas que yo creía que llegaban al cielo . Hasta el mar olía a mar , había un aroma especial que no he vuelto a disfrutar pero que aún recuerdo.
Ha merecido la pena este destrozo , este colapso de urbanismo que no de urbanidad , que pena ya nada volverá a ser como antes.