

He indagado y leído las opiniones de algunos reputados lingüistas como es el caso de Manuel Alvar o de José Mondéjar. Igualmente he estudiado las opiniones y hechos que conforman un conjunto de pareceres tanto a favor como en contra de la debida protección o por el contrario de la necesidad de cambiar nuestras costumbres lingüísticas.
La primera cuestión que se plantea es la necesidad de saber si estamos ante el hecho de considerar a las distintas formas de hablar de los andaluces como un dialecto o como los que preconizan que el hablar andaluz es un castellano mal hablado o dicho de otra forma en una modalidad regional de español. La controversia que suscita esta cuestión entre los dialectólogos es un acicate mas para intentar situar al hablar andaluz en el rango y denominación correctos. Me adhiero a la tesis de Manuel Alvar de que el hablar andaluz es un dialecto entre otras muchas razones por cuanto dice “dialecto es una diferenciación y ha habido lingüistas que ven la diferencia sólo cuando la lengua originaria ha desaparecido y quedan, únicamente, sus herencias. Otros (entre los que me encuentro) juzgan que no es necesario esperar la muerte de una lengua para que podamos ir viendo sus muchas diferencias” o cuando dice.”Español es el suprasistema abarcador de todas la realizaciones de nuestra lengua. O dicho técnicamente: la lengua abstracta que todos aceptamos, que tiene virtualidad en la lengua literaria escrita y que ninguno habla.” Y la razón que para mi tiene más peso es el argumento dado por Manuel Alvar cuando dice
“….decir que el andaluz no difiere sustancialmente del español es erróneo históricamente y relativo, porque hay que saber qué se quiere decir con sustancialmente. Si sustancialmente quiere decir que las discrepancias del andaluz son pocas fonológicamente y bastantes fonéticamente, tendremos que dar contenido objetivo a poco y bastante. Depende de lo que queramos decir y depende de lo que entendamos por fonética y por fonología. Porque si es poco el funcionamiento fonológico de h y Ø, totalmente distinto del que tiene la jota en castellano, el seseo o el ceceo, el yeísmo y la alteración del sistema de palatales, de desoclusivización de la ch, el reajuste de las dentales, etc., no sé cuál será el valor de mucho. Para mí, pues, el andaluz está suficientemente diferenciado.”
Para los detractores de esta tesis, cuando se pretende argüir que no existe una uniformidad en el hablar andaluz y que por tanto carece del rango de dialecto, el Sr. Alvar rebate este argumento diciendo “…castellano, lengua histórica con respecto al andaluz, pues esa lengua está por encima de la variedad dialectal. Nadie ha negado que dialecto y variedad sean términos válidos; lo que ocurre es que establecemos una jerarquización que parece evidente: el andaluz es un dialecto del castellano y en ese dialecto hay multitud de variedades (sevillanas, cordobesas, almerienses y, también, canarias”