martes, 22 de diciembre de 2009

Cultura reogada con dinero.


Siempre que un país sufre nacen de su seno grandes literatos quizá porque como dijo Joaquín Sabina no hay nada peor para componer que estar feliz. No seré yo el que cambie buenos poetas por el bienestar social porque ni esta regla es matemática ni tampoco está el país como para desear que esté peor.

Esto viene a cuento por la noticia aparecida hoy en algunos medios de comunicación haciendo referencia sobre un planteamiento de inconstitucionalidad que ha hecho el Tribunal Supremo sobre la ley por la que se les obligaba a las cadenas de televisión a poner parte de sus ingresos a disposición de la industria del cine.

Hablar de la industria del cine es hablar de dos términos totalmente opuestos, o por lo menos creo que debería de serlo porque industria, en el sentido más común de su expresión, hace referencia a algo meramente productivo y de carácter lucrativo y por otro lado el cine es arte, concretamente el séptimo.

Desde el punto de vista lucrativo, ¿hasta qué punto están obligadas las cadenas de televisión a arriesgar el capital de sus accionistas en producciones cinematográficas? Y desde el punto de vista de la preservación de la cultura ¿hasta qué punto debemos dejar a su suerte la cultura cinematográfica?
Si obligamos a invertir invertiremos a la fuerza incluso en carne hecha estopa en la boca difícil de tragar y si no obligamos, grandes proyectos serán condenados al ostracismo por la falta del solido elemento llamado parné.

No me saldrán nunca agujetas en la lengua al proclamarme una y otra vez de izquierdas pero de la izquierda de antes, de aquella que aprobó la ley del divorcio y que daba la oportunidad a las personas de no convivir con quien no quisieran pero nunca fue y no será una ley que obligue a nadie a divorciarse. Esta moda de la nueva izquierda de imponer, imponer e imponer está lejos de la que yo conocí.

Imponer a las televisiones inversiones aunque estas den perdidas en sus balances me da a mí que es una medida que ya no se le ocurriría ni a la derecha más recalcitrante cuando lo fácil sería incentivar a aquellas que lo hiciesen. La cultura no se puede imponer a base de decretazos ni de leyes. La cultura hay que incentivarla, promocionarla y educar a la ciudadanía para que la aprecie. A las pruebas nos remitimos con el estallido de la burbuja inmobiliaria que ha provocado una reacción en cadena haciendo estallar la burbuja cultural de las obras de arte que solo han servido para especular y hacer ganar dinero a unos pocos haciendo de las obras de arte el mejor arte para ganar dinero pagando verdaderas barbaridades por bazofias sobre lienzos.

1 comentario:

David Rodríguez Jiménez-Muriel dijo...

A cada favor, un pago anticipado.

¿Dónde los que en su día gritaron no a la Guerra de Irak? Pues estamos en el mismo sitio. Yo, que no quise correr el riesgo de quedar infecto de plagas en la cabellera, manifesté en cuantos espacios pude mi enérgica contrariedad por la participación de España en esta y cuantas otras guerras pueda haber (preventivas, democráticas, legales o bendecidas) y como yo, muchos, seguimos manifestando enérgicamente nuestra contrariedad por la guerra de Afganistán, donde por cierto, ya han fallecido 88 soldados (no cuento el accidente último) frente a los 4 de la anterior.

A los pancarteros, "bardememos" y otras hierbas, les regalan pelis que de otra manera no serían rentables de ninguna manera.

La solución no pasa por las superproducciones (crítica continuamente esgrimida por el cine patrio)que emulen Hollywood, sino por dejar de hacer una bazofia de putas, gays, droga y mucha guerra civil donde hay un cura violador y un señorito que se mofa de la clase libertaria, obrera y oprimida.

Coño, que se han empeñado en ganar la guerra 71 años después de perdida, y ya no saben como hacerlo.

Mira, que el Ejército Español, siempre ha sido el Ejército Español. ¡Lástima! ¿Pesaría mucho la piedra marmórea?