jueves, 10 de diciembre de 2009

El debate está servido.

Suiza con el referéndum sobre los minaretes de las mezquitas y Sarkozy en Francia con su larga tribuna publicada en el periódico Le Monde hace presagiar que son los primeros movimientos sobre algo que subyace en la sociedad europea pero que hasta ahora nadie se ha atrevido a afrontar por considerarlo políticamente incorrecto. El empuje del Islam y la tan cacareada laicidad de los estados miembros de la Unión Europea tienden a converger en un punto de inflexión disfrazado de progresismo con la finalidad de querer contentar a todos por igual.

La homogeneidad cultural es una utopía no carente de riesgos que históricamente nunca ha llegado a buen fin. El miedo a perder años de historia y cultura hace mirar con recelo a una cultura importada por la inmigración y enraizada por las sucesivas generaciones que lejos de integrarse y homogeneizarse en Europa cada vez reivindican con más fuerza sus orígenes, su religión y la cultura emanada de esta.

El debate abierto escandaliza e incomoda a cristianos, islámicos y agnósticos por igual. Los primeros por querer hacer prevalecer su cultura y religión de siglos, los segundos por reivindicar su posición en una sociedad tradicionalmente de costumbres y religión distintas y los terceros por querer hacer desaparecer del ámbito público cualquier signo que identifique a los anteriores.

¿Cual es la solución? ¿Que quiere y que pretende la sociedad occidental? Lo desconozco pero hasta que no nos libremos de falsas apariencias y nos podamos manifestar sin tapujos el debate será estéril y no exento de riesgos que habrá que asumir. Mientras tanto, el debate está servido.

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